El sábado 8 de marzo de 2025, la parroquia Simiatug, en el corazón de la misión andina, fue el escenario de un evento que superó todas las expectativas: el Encuentro de Mujeres Indígenas, organizado por los misioneros salesianos y salesianas para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. Lo que comenzó como una reunión para 150 personas rápidamente se transformó en un evento masivo, con la participación de 450 personas, muchas de ellas acompañadas por sus esposos e hijos.
Las participantes llegaron de diversas comunidades, algunas caminando durante horas desde sus hogares, otras en camionetas. Todas compartían una misma intención: visibilizar su lucha por la igualdad de género y la valoración de la mujer indígena. A las 9:30 a.m., el encuentro dio inicio con la presencia no solo de las mujeres, sino también de autoridades locales que, con generosidad, ofrecieron pollo, pastel y pan para compartir, mostrando su apoyo a esta causa. El prefecto de Bolívar también se hizo presente, contribuyendo con un equipo de formación para mujeres, lo que sumó al respaldo institucional de este evento tan significativo.
Este evento no habría sido posible sin la valiosa colaboración de los voluntarios, quienes trabajaron incansablemente para organizar y coordinar todo lo necesario. Además, el P. Jaime Ponce, responsable de la Pastoral Indígena de Bolívar, participó activamente, mostrando su compromiso con el fortalecimiento de la pastoral indígena, valorando nuestras tradiciones, ritos e idiomas.
A las 12:30 p.m., la actividad continuó con una vibrante marcha encabezada por el Inty Poaquiza, quien lideró la caminata por la plaza de la parroquia. Cada comunidad se unió a la marcha con carteles, cantos y música, mostrando su cultura y su lucha por la igualdad. Este acto no solo fue una celebración, sino una reivindicación frente a la discriminación y el maltrato que las mujeres indígenas han sufrido históricamente.
También fueron los jóvenes quienes desempeñaron un papel crucial, no solo acompañando la marcha, sino también presentando danzas que reflejaban las tradiciones de sus comunidades, enriqueciendo el evento con su energía juvenil. A las 13:30, llegó el momento de compartir lo más valioso de las tradiciones: la «tonga», una comida típica que las participantes trajeron para disfrutar juntas en la «pampa mesa». Este acto de compartir en comunidad fue un símbolo del fortalecimiento de los lazos entre las mujeres y sus familias.
El encuentro culminó con una emotiva Santa Misa en Kichwa, cantada por los coros de las comunidades. Al finalizar, todos festejaron con el pastel, y una representante de cada coro apagó la vela. Compartieron el pastel celebrando el primer aniversario de los coros en las comunidades indígenas. Hoy, ya no es solo un coro, sino una pastoral indígena, una iglesia en salida, con rostro propio y auténtico.
Caminando juntos, para hacer de nuestra diócesis, un signo de la presencia de Dios.
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